Vivimos en una época de “boom” turístico. Aunque el fenómeno fue frenado en seco durante el confinamiento por la COVID-19, las cifras de turismo nacional e internacional se han vuelto a disparar. Muchos países pugnan por atraer a visitantes para incentivar la economía, y cada vez es más común tomar vuelos low cost a destinos más o menos lejanos.
Los viajes suelen ser, en sí mismos, experiencias transformadoras, de eso no cabe duda. Sin embargo, ¿se puede llegar a afirmar que el turismo es un hecho intercultural por si solo? ¿Cuánto tiene de cierto ese dicho popular atribuido a Unamuno de que “el racismo se cura viajando”?
Desde AFS Intercultura, partimos de la premisa de que el contacto entre turistas y residentes es una de las principales formas de contacto entre culturas en la actualidad. A partir de aquí, escarbamos en las bases teóricas que como organización internacional experta en movilidad han marcado nuestros inicios: “La hipótesis del contacto”. Esta hipótesis fue desarrollada en EE.UU, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, y coincidiendo con el inicio de los programas impulsados por AFS a nivel internacional. Dicha teoría planteaba los siguiente: “El contacto intergrupal conducirá a un cambio en las actitudes mutuas y las relaciones de los miembros que interactúan. El contacto entre individuos de diferentes grupos crea una oportunidad para el conocimiento mutuo, aumenta la comprensión y la aceptación entre los miembros del grupo que interactúan, y consecuentemente reduce el prejuicio intergrupal, conflictos, tensión…”
Sin embargo, en la actualidad sabemos que en esta afirmación, al igual que en los programas internacionales impulsados por AFS Intercultura, entran en juego una serie de condicione clave que tienen que ver con el estatus de turistas y residentes: el papel que juegan unos/as y otros/as, el tipo de contacto entre turistas y residentes, los objetivos y expectativas de cada parte y por supuesto las actitudes previas hacia el otro grupo.
¿Qué debemos tener en cuenta?
En definitiva, toda esta situación provoca que en la mayoría de los contactos, las personas residentes sean percibidas como parte del producto turístico, mientras que las turistas son vistas como una fuente potencial de ingresos. Pero cuando nos planteamos un viaje, mientras decidimos si playa o montaña, grandes ciudades o pueblecitos, visita a la familia, turismo de cercanía o una de esas vacaciones solidarias que ofrecen muchas instituciones, también podemos tener en cuenta algunos factores que podrán ayudarnos a convertir nuestras vacaciones en algo enriquecedor. No solo para nosotros/as sino para todas las personas con las que interactuemos durante esa experiencia.
1. — Los/as mediadores culturales son clave: Es fundamental que contemos con personas sobre el terreno que tengan la formación necesaria, que nos ayuden a navegar en la propia cultura, nos guíen sin prejuicios y, sobre todo, nos faciliten el acceso a interacciones no “comerciales” e igualitarias con las personas locales, fomentando la conexión afectiva y real.
2. — La actitud de las personas frente al turismo: Debemos comprender el nivel de desarrollo turístico del lugar que visitamos, cuáles son las consecuencias de ese turismo en la zona y el punto en el que se puede encontrar la población local en relación al turismo en el entorno (las cuatro fases planteadas por Doxey son: euforia, apatía, molestia, antagonismo).
3. — El nivel de información/formación intercultural de las personas turistas: Resulta clave que las personas visitantes cuenten con la sensibilidad, las habilidades y los conocimientos necesarios para comprender de forma multidimensional el turismo, de modo que sean capaces de ponerse en todos los supuestos posibles.
4. — El tipo de políticas públicas planteadas por los diferentes responsables de los lugares que visitamos. Debemos tener en cuenta que estas apoyen un modelo turístico enriquecedor que no fomente la desigualdad y que favorezca una interacción equilibrada entre locales y visitantes.
Dicho todo esto…. ¿turismo o colonización?:
Está claro que toda interacción humana cuenta con riesgos pero también con muchas oportunidades. Es fundamental realizar una reflexión estructurada sobre nuestro papel como turistas, pero también como residentes que reciben a personas de muchos lugares del mundo. Y una vez más, este “buceo” nos reafirma, confirmando que para que una interacción sea interculturalmente enriquecedora es necesario fomentar el conocimiento, las habilidades y las actitudes necesarias.
Viajar puede ser la mejor manera de derrumbar prejuicios y un instrumento perfecto para desarrollar nuestras competencias y habilidades, siempre que lo hagamos desde una posición interculturalmente responsable. Entendemos, por tanto, que el contacto con la otredad no es en sí mismo un catalizador de las habilidades interculturales, sin embargo es una condición clave para su desarrollo. Por tanto, disfrutemos del turismo construyendo puentes de entendimiento y colaboración.